Tuesday, July 03, 2012

Re-leyendo







Parafraseando un poema archiconocido de Bertold Brecht, hay libros que son muy buenos cuando los leemos por primera vez y mejores cuando los volvemos a leer, “esos son los imprescindibles”. Lo anterior se me ocurre a partir de volver a tener ante mis ojos dos de las más notables novelas peruanas: “Un mundo para Julius” (1971) de Alfredo Brice Echenique y “El zorro de arriba y el zorro de abajo” (1969) de José María Arguedas. Del primero diré que cuando lo leí por primera vez estudiaba en Lima hace muchísimo tiempo, me lo recomendaron con un libro esencial para entender la profunda fragmentación social y cultural de la sociedad peruana. En resumen, trata de los años de infancia de un niño nacido en una de las más rancias y adineradas familias del Perú. A través de la extraordinaria sensibilidad del pequeño Julius, podemos conocer el “descubrimiento” que él hace de lo popular a través de sus contactos con la servidumbre y otros personajes que él va conociendo. Recuerdo que me obnubiló el estilo, en el que destacaba en cuotas justas la ironía juiciosa y la jocosidad. Respecto a la obra de Arguedas, me pareció densa y desgarradora, no solo por lo narrado, sino también porque el texto se intercala con el diario personal del escritor, que nos da cuenta de las profundas tensiones que lo asolaban y que lo llevarían a optar por el suicidio. Me pareció un texto fundacional en lo que se refería a dar cuenta de las pujantes transformaciones que estaba produciendo el desarrollo del capitalismo en el Perú, el cual estaba arrinconando a la milenaria cultura andina

La relectura en estos días de ambos textos ha cambiado mi apreciación, aunque quizá hable más de los cambios en el lector que de los textos. Esta vez la primera novela me ha demostrado que Bryce Echenique, como él mismo lo dice, tiene esa capacidad de registro de la oralidad peruana, de historiar la cotidianidad. Pero ahora su texto, después de tantas páginas que he visitado del autor, ya no tienen el frescor y la develación que algún día me removieron. Ahora me parece más una obra que permite entender a Brice Echenique que al país que retrata, se ha envejecido ante mis ojos. Por el contrario, el escrito arguediano me ha parecido más trascendental que cuando lo leí en mis años de juventud, más fresco y depurado, más notable en su elaboración, en donde se ponen al servicio del texto tanto el gran antropólogo que era Arguedas como su gran personalidad, capaz de generar un hablante desde los códigos de la cultura andina. “Los zorros” es mucho más que una “novela rota”, es un tratado sobre la dignidad humana que busca prevalecer ante la destemplada deshumanización que conlleva el capitalismo en estas latitudes. Es un relato en donde el mito y el ritual se funden con el humo rosáceo  de la chimenea de la fundición  siderúrgica omnipresente y el trafago incesante de las fábricas de harina de pescado del puerto de Chimbote. Un clásico llamado a perdurar contra los vientos y mareas de los años.
Las crónicas de esa Lima de  finales de los cuarenta y cincuenta  de Bryce Echenique son un fresco de época,  una novela que debiera ser lectura obligada en los colegios. El texto incluso  del versátil Arguedas,  entrega con el pasar de los años más y más matices y disgregaciones, acerca de la  perseverancia de eso que los peruanos llaman el mundo andino y que constituye una de las  principales vertientes de su peculiar riqueza cultural.

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