Parafraseando un poema
archiconocido de Bertold Brecht, hay libros que son muy buenos cuando los
leemos por primera vez y mejores cuando los volvemos a leer, “esos son los imprescindibles”.
Lo anterior se me ocurre a partir de volver a tener ante mis ojos dos de las
más notables novelas peruanas: “Un mundo para Julius” (1971) de Alfredo Brice
Echenique y “El zorro de arriba y el zorro de abajo” (1969) de José María
Arguedas. Del primero diré que cuando lo leí por primera vez estudiaba en Lima
hace muchísimo tiempo, me lo recomendaron con un libro esencial para entender la
profunda fragmentación social y cultural de la sociedad peruana. En resumen, trata
de los años de infancia de un niño nacido en una de las más rancias y
adineradas familias del Perú. A través de la extraordinaria sensibilidad del
pequeño Julius, podemos conocer el “descubrimiento” que él hace de lo popular a
través de sus contactos con la servidumbre y otros personajes que él va
conociendo. Recuerdo que me obnubiló el estilo, en el que destacaba en cuotas
justas la ironía juiciosa y la jocosidad. Respecto a la obra de Arguedas, me
pareció densa y desgarradora, no solo por lo narrado, sino también porque el
texto se intercala con el diario personal del escritor, que nos da cuenta de las
profundas tensiones que lo asolaban y que lo llevarían a optar por el suicidio.
Me pareció un texto fundacional en lo que se refería a dar cuenta de las
pujantes transformaciones que estaba produciendo el desarrollo del capitalismo
en el Perú, el cual estaba arrinconando a la milenaria cultura andina
La relectura en
estos días de ambos textos ha cambiado mi apreciación, aunque quizá hable más
de los cambios en el lector que de los textos. Esta vez la primera novela me ha
demostrado que Bryce Echenique, como él mismo lo dice, tiene esa capacidad de
registro de la oralidad peruana, de historiar la cotidianidad. Pero ahora su
texto, después de tantas páginas que he visitado del autor, ya no tienen el
frescor y la develación que algún día me removieron. Ahora me parece más una obra
que permite entender a Brice Echenique que al país que retrata, se ha
envejecido ante mis ojos. Por el contrario, el escrito arguediano me ha parecido
más trascendental que cuando lo leí en mis años de juventud, más fresco y depurado,
más notable en su elaboración, en donde se ponen al servicio del texto tanto el
gran antropólogo que era Arguedas como su gran personalidad, capaz de generar
un hablante desde los códigos de la cultura andina. “Los zorros” es mucho más
que una “novela rota”, es un tratado sobre la dignidad humana que busca
prevalecer ante la destemplada deshumanización que conlleva el capitalismo en
estas latitudes. Es un relato en donde el mito y el ritual se funden con el
humo rosáceo de la chimenea de la fundición
siderúrgica omnipresente y el trafago
incesante de las fábricas de harina de pescado del puerto de Chimbote. Un
clásico llamado a perdurar contra los vientos y mareas de los años.
Las crónicas de esa
Lima de finales de los cuarenta y
cincuenta de Bryce Echenique son un
fresco de época, una novela que debiera
ser lectura obligada en los colegios. El texto incluso del versátil Arguedas, entrega con el pasar de los años más y más
matices y disgregaciones, acerca de la
perseverancia de eso que los peruanos llaman el mundo andino y que
constituye una de las principales
vertientes de su peculiar riqueza cultural.
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