Chile Líquido
Jorge Bravo CuervoPublicado el 15 de Abril, 2011
Uno de los principales
sociólogos en actividad de nuestro tiempo es el polaco Zygmunt Bauman,
ha generado uno de los análisis más lucidos sobre la sociedad
contemporánea. Al le debemos el término de modernidad líquida en donde
el fluido incesante de los cambios no promete un nuevo estado, como si
lo hacían los viejos tiempos de la modernidad sólida (como la califica
el autor), en donde se aspiraba al cambio del cuál se obtendría una
sociedad perfecta en el sentido que trasformar esta situación
significaría un empeoramiento.
La particularidad del estado líquido es que no se fija su condición y
este constante cambio lo induce a resolver el problema acuciante del
momento sin aspirar a una concreción definitiva. Lo anterior ha traído
como consecuencia un desplazamiento del eje de incorporación de las
personas a la sociedad de productor a consumidor. Esto conlleva
consecuencias para las personas, las cuáles han ganado en libertad pero a
costa de perder seguridad. Hemos ganado en las posibilidades de
ejercer nuestra libertad, pero paralelamente reina la precariedad, la
incertidumbre. Abolido el reconocimiento como productor, la afirmación
en tanto consumidor, es una trasformación que incluye al mismo individuo
el cuál se oferta en el mercado y su vez es requerido en esa
condición. Se amplia los espacios de competencias y se debilitan los
lazos solidarios que anteriormente nos protegían, el estado, la
política, las organizaciones sociales. Finalmente, la incompetencia es
resultado de malas decisiones personales y no responsabilidad del
sistema.Lo peculiar es que un libro del 2007 del autor “Vida de Consumo” presenta múltiples ejemplos de cómo este proceso se esta consolidando en Europa, digamos entonces que el profesor de Universidad de Leeds no ha tenido oportunidad de conocer lo que ha ocurrido en nuestro país, que paso de un intento fracasado de revolución marxista en democracia -finalmente un proyecto intrínseco de la vieja modernidad- a la instalación de un modelo neoliberal concentrador que ha intensificado la condición de los consumidores a grados superlativos. De lo anterior algunos ejemplos: la utilización de los textos escolares para promocionar el uso de bienes entre los estudiantes-consumidores, pasando por la exclusión del mercado laboral de los mayores 50 años o la banalización de los contenidos de los medios de comunicación, o la violación sistemática de leyes del trabajo, aprovechando la siempre presente amenaza de la posibilidad de estar sin ingresos con toda la claudicación que ello significa para la condición de consumidores.
Pero dejemos Bautman que nos explique la fascinación que nos provoca la sociedad de los consumidores: “promete felicidad en la vida terrenal, felicidad aquí y ahora en todos los “ahoras” siguientes, es decir instantánea y perpetua. Es también la única sociedad que se abstiene de justificar y/o legitimar la infelicidad”, salvo en lo referido al castigo de los criminales. Pero como en el poema “es tan corto el amor y tan largo el olvido”, pues obtenido el bien comienza su obsolencia y la necesidad de volver a encontrar la felicidad en una nueva compra. El “futuro esplendor” de una revolución silenciosa que se ha instaurado dominándonos desde los escaparates, vitrinas y campañas de marketing que están atentos a que sigamos perpetuando esa libertad tan fecunda de consumir y de ser consumido.
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