“ De esas ciudades sin pasado pero con
ferreterías” fue la definición de
Temuco que escribió en sus
memorias, Pablo Neruda. El tiempo ha
transcurrido y hoy la ciudad es la cuarta área urbana del país, por ende estamos siendo parte de un proceso de aumento de la
complejidad y densidad de las
actividades que se radican en la Capital Regional y por supuesto de
amplificación de los problemas a afrontar. Se esperaría de ella que hubiera un registro narrativo de múltiples voces que nos nutriera de la vivencia citadina como
un indicador palpable de cómo se va
construyendo una identidad reconocible, un tono, un color, una distinción que
se palpita. Pero Temuco
es una ciudad en busca de un excelso narrador
que tenga el virtuosismo de
traducir esos elementos de
perdurabilidad que permitirá establecer un contraste entre la ficción y el
indetenible quehacer cotidianos de las
oficinas, de las calles, de los cafés y de tanto que rumian sus desventuras
o se esmeran por avanzar. Hechos
que pudieran generar la inspiración
son abundantes y nos remecen con una periodicidad más que aceptable, Sin embargo, asistimos a una prolongada ausencia de talento capaz de acometer esta tarea.
Al menos hay un autor que tiene el mérito de habernos dado en entregas que nos permiten adentrarnos en los
sedimentos, las profundidades de lo que fue en otras épocas, esta
hoy bullente y dinámica ciudad.
Es Guido Eytel poeta y narrador con el
cual he tenido la posibilidad conversar en más de oportunidad sobre sus vivencias de Temuco, Vale comentar para los que no lo
han tratado, que nuestro escritor, tiene
una voz gruesa, con un acento que recuerda un poco a esos
locutores argentinos que solíamos oír
años atrás en horas del a noche cuando
el dial de las antiguas receptores a
tubos se inundaban de las trasmisiones
trasandinas. En su vida por algunas temporadas se radico en Argentina y en otro momento en Santiago para dirigir una
revista, pero sus textos y su anclaje vital esta afincado a las calles de lo
que podríamos denominar el pueblo grande
que hace algunas décadas fue esta poblado, que emergió entre
el cerro Ñielol y el rio Cautín.
En muchos de sus cuentos y en sus dos
novelas “Casas en el Agua” y “Sangre Vertió tu Boca”(1999) más allá de los personajes y los relatos, el autor nos da conocer su impresión de
acontecimientos, sucesos o personajes
que perfectamente podemos reconocer y que
delinean lo algún día fue este escenario que habitamos. A mí me provoca más la lectura de la segunda
novela, pues si bien la primera tiene
mucho humor e ironía lo cual asegura una rápida lectura, nos deja como
meros observadores de una trama mucho
menos épica de lo que cuenta la
historiografía oficial. No es el caso de
la segunda novela, en la cual se depura una acabada presentación de los
personajes principales que ciertamente
representan a figuras
preeminentes de esos tiempos y el protagonismo del prostíbulo que iba mucho más allá de las transacciones sexuales
que allí se efectuaban. El ritmo vital por entonces, absolutamente relacionado
con las labores agrícolas nos adentra en
una comarca provincial de la cual nos hablan aun una que otro rincón, paredes, arboles, fragancias o
acera al recorrerla hoy. A veces una
conversación con un temuquense de tomo y
lomo le da vida a una fotografía o un
recorte amarillento que por sorpresa cae
a nuestras manos, esos elementos los unió el oficio creativo de Guido Eytel
al que con toda propiedad podemos llamar el narrador de Temuco que fue.
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