Wednesday, July 11, 2012

El descrédito de la militancia.




Cuando la política siempre ha sido tema, por opción de vida personal  y  de los cercanos, porque invariablemente ha sido parte constitutiva de la   conversación familiar y amical resulta un tanto más complejo tomar  una distancia que apele a  la neutralidad. Así que voy hablar más de mi propia experiencia que por cierto  esta  inmersa  en los tiempos de vértigo, desasosiego e incertidumbre  que hoy vivimos  lo cual  afecta  a la actividad que hoy subsiste acosada por  un  entredicho feroz.
Parto entonces  por retrotraerme  a la primera  vivencia de militancia que no fue en un partido, sino en una figura creada entonces por los proscritos partidos de Izquierda para ampliar su influencia  e intentar generar movilización social   eran los comités de resistencia a la dictadura de Pinochet, los cuales  emulaban en su nombre a  los heroicos militantes de la resistencia anti nazista y fascista europeos. Era los finales de los setenta, los riesgos  de participar  por entonces   podía con llevar ser  visitante, - no  por gusto- de las oscuras dependencias  de los agentes represores del Estado. Se militaba entonces por compromiso, por convicción, las páginas de  las publicaciones mimeógrafos alimentaban la esperanza en que el fin del régimen era posible si es que el pueblo  lograba vencer el miedo  y la opresión. El incipiente  movimiento estudiantil y  el avance a una nueva etapa mas “institucional” de gobierno de facto  abrió espacios para que emergerán  con mayor visibilidad las opciones partidarias, y se trasladara al interior del país la discusión que se daba en el exilio acerca de las diferentes vías para recuperar la democracia. Particularmente  mi vinculación por entonces, fue con el MAPU, que en estricto rigor éramos un pequeño núcleo de militantes los que hacíamos diversas acciones de solidaridad,  propaganda, reflexión y estudio que nos daban una pertenencia,  lo que además  nos entregaba  elementos para  problematizar la realidad.  La división una vez más del  Mapu desde donde salió el Movimiento  Lautaro de la cual circunstancialmente me toco ser testigo aunque no participe, (pues literalmente sucedió en la habitación que yo subarrendaba  en Lima), me hizo tomar distancia a la espera de que emergiera algún nuevo referente de mayor capacidad de aglutinación, lo que ocurrió con la fundación del PPD. Cabe señalar que la primera etapa de este, que va desde su primer  momento con ente instrumental  y su posterior sobrevivencia como un nuevo referente, fueron los más prolíficos en donde hubo atisbo de renovación y espacio para nuevas temáticas. Lamentablemente con el tiempo como una suerte de hoyo negro  de la política chilena el PPD ha concertado la suma de todos los males, producto  de una estructura de caciquismo  que solo tiene sentido como un referente electoral  en donde pampea por su ausencia  la discusión política la cual más bien ha perdido sentido al interior de él.      
 No es de extrañar  que observemos  en el conjunto de  los  conglomerados   situaciones  que van en desmedro de  los militantes de base y generen de paso una sanción de la ciudadanía que encuentra en otros espacios los canales de participación  que hace algún tiempo eran propios de los partidos.  En este escenario tan desbastado para la clase política no habrá  un proceso de renovación, sino lo que hoy  al menos ocurre es que  más bien  se trata  de aferrarse a lo que se tiene, la transformación    emergerá  desde la  movilización ciudadana,  los nuevos liderazgos  y referentes políticos  orientados a   construir un Chile de oportunidades y no de resignación. Esta historia recién comienza.  



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